Hirsch y nosotros

Luis Fernández

Las propuestas de E.D. Hirsch, descritas por alguno como neoesencialistas, han encontrado crédito en dos tipos de agentes políticos. En la izquierda sólo en una minoría, a la que estamos apuntados. En la derecha, en una buena parte, sobre todo de la más ideologizada, porque la mayoría, clásicamente oportunista, valora positivamente el éxito de la «nueva educación», que domina el discurso y que, aunque promete lo contrario, reproduce y amplifica las diferencias sociales de nivel educativo, por su injustificada confianza en la innovación metodológica como panacea y por su indiferencia por los conocimientos, por la cultura.

Hirsch se declara de izquierdas, socialista según sus propias palabras, pero se reconoce conservador en materia educativa, en la línea de la interpretación de Gramsci, ahora minoritaria, que Entwistle dejó clara en su obra «Antonio Gramsci: Conservative schooling for radical politics», muy crítica con las pretensiones de la «pedagogía centrada en el niño».

En común con los conservadores, Hirsch y nosotros tenemos una preocupación por la transmisión de contenidos clásicos. Lo que se espera en cada caso es sin embargo distinto, lo que determina diferencias en qué hay que enseñar y también en los modos.

Los conservadores

Los conservadores quieren unos contenidos que más que clásicos sean tradicionales, los que sirvan a la formación en el respeto a los mayores y a las instituciones sociales tradicionales, al orgullo patriótico y a la moral tradicional, es decir, preferiblemente una moral anterior a la revolución de las costumbres que promovió ese capitalismo del consumo ahora en retroceso. No quieren que se enseñen cosas inútiles, así que para la mayoría, además de los valores tradicionales, quieren una cultura general limitada que sustente aquéllos —por ejemplo, una historia que promueva el orgullo de pertenencia recordando las glorias nacionales y silenciando los puntos oscuros, mucho de lo bueno del Cid Campeador pero poco de lo malo de la guerra del Rif—, una educación más técnica que científica —parece que la mayoría no necesita saber qué es un algoritmo, la resiliencia ecológica, o la retrodicción, pero sí saber qué significa en la práctica un kWh o cómo borrar un disco duro sin dejar rastro— y una «educación financiera», que los deje a merced de los bancos —cómo pedir un crédito, pero también la disposición a hipotecar la casa familiar para «emprender» un negocio inviable—.  Son contenidos seleccionados que no recorren pero sí representan una cierta cultura, identificada sin ambages con la hegemónica en el mundo, la de la expansión europea y cristiana, orgullosa de su poder y sin complejos.

El rigor se queda en hacer pruebas externas que sirvan a dos fines. El primero es apartar a la mayoría de la enseñanza general cuanto antes, encaminándolos a una formación profesional sin contenidos culturales (que para esos alumnos se declaran «inútiles»; desproveer de ellos, llamándolos teóricos, a las enseñanzas terciarias, incluidas las universitarias, es otra manera de buscar lo mismo). La exclusión de la cultura de una parte significativa si no mayoritaria de la población no es vista como un fracaso, sino como el resultado natural y espontáneo de diferencias de talento y carácter que el sistema escolar no puede sino constatar. El segundo objetivo de las pruebas externas es realimentar las diferencias favoreciendo la clasificación de los centros, para lo que publicar sus resultados es esencial, porque los jerarquiza y favorece el negocio educativo, aunque para ello convierta en guetos la mayoría de los centros públicos.

Un sistema así —con un programa de contenidos fijado y pruebas externas usadas para la exclusión— aspira a venderse como meritocrático, aunque sea exactamente lo contrario; tiene la virtud de facilitar la atribución del fracaso a sus víctimas, en lugar de a sus perpetradores.

La izquierda

Cuando desde la izquierda pedimos una enseñanza rica en contenidos, y vemos con incredulidad que se identifique a la izquierda con exactamente lo contrario, estamos hablando de una enseñanza rica en contenidos para todos, donde sólo se pueda hablar de éxito cuando unos objetivos exigentes —exigentes sobre todo para el sistema— se hayan alcanzado para la inmensa mayoría, no para una fracción más o menos generosa. La definición del qué enseñar no deriva en nuestro caso de las necesidades de esta u otra estabilidad social y política, porque no buscamos un adoctrinamiento alternativo sino que se ponga al alcance de cada uno lo que sabemos entre todos. Se logra con una enseñanza sistemática, organizada según la lógica del conocimiento, en torno a disciplinas que contribuyen cada una con una clase de problemas y con maneras propias de abordar éstos y de pensar, no sólo con un catálogo de conceptos y menos aún con una lista simple de datos. Requiere de un currículo con dos secciones, una cerrada, que define los contenidos comunes que queremos que todos aprendan, los que se requieren para seguir avanzando juntos, y otra abierta, que sirve para la adaptación a las circunstancias específicas de cada lugar y momento y ¿por qué no? a los intereses subjetivos de los alumnos, que serán inevitablemente definidos por las circunstancias de su medio y de su tiempo, por esas que tienen la necesidad y la obligación de pensar.

En este esencialismo educativo de izquierdas no se rechaza la diversidad cultural, pero sí el relativismo que hace a todas las tradiciones equivalentes para todo; busca una cultura de valor universal, que no puede consistir en una reafirmación de los valores e intereses de quien ha llegado a dominar el planeta, aunque en algunos capítulos, como la ciencia experimental o la igualdad política, tenga en Occidente sus raíces más sólidas.

Las pruebas externas han de servir para evaluar las necesidades tanto o más que para certificar los logros personales y colectivos; no se usan para la realimentación positiva, para promover la distancia entre los centros y el negocio educativo, sino para la realimentación negativa, para igualar, pero siempre empujando desde abajo, nunca frenando desde arriba. Es una educación que busca corregir los déficits, no reducir las diferencias si para ello hay que enseñar menos a los más dispuestos o preparados para aprender. Es así porque el conocimiento no es sólo un derecho fundamental de los individuos, sino que lo es además de la comunidad, que necesita también a los talentos excepcionales; cuando alguien sabe mucho, en una sociedad sana nos beneficiamos todos.

Para la izquierda, para esta izquierda, sí son importantes la disciplina y el mérito. La disciplina es una virtud personal que hay que formar, es principalmente autodisciplina y respeto a los demás, no pura sumisión acrítica a una jerarquía recibida. La clase no es una asamblea democrática, pero el profesor, que es quien dirige, nunca deja de escuchar ni de justificar sus decisiones propias o de explicar las exigencias del sistema. El mérito es el del esfuerzo, y también el del talento cuyos frutos se comparten, porque de los que han recibido más es justo esperar que den más.

Los esfuerzos de un sistema educativo basado en estas premisas permitirían, en la medida misma en que se logren sus objetivos, avanzar en una de las precondiciones para que la sociedad sea una asamblea de iguales —sin jerarquías sociales predeterminadas y hereditarias, sin clases sociales— para que la democracia sea real, y es que todos sus miembros disfruten de la mejor información disponible cuando contribuyen a la toma de decisiones, cuando elijan. Es imprescindible también para una sociedad cuyo comportamiento sea inteligente, que no se autodestruya, una sociedad gobernada por los sabios donde los sabios sean todos.

Hirsch y nosotros

La transición, el consenso del 78 y la presunta izquierda educativa. Razones para una derrota

(21 noviembre 2004)

Salustiano Martín

     “En la España de la transición no hubo, en ningún momento, una acción política estratégica construida, desde la base, por las fuerzas populares. Los partidos parlamentarios funcionaron desde sus cúpulas y por medio de pactos con las otras cúpulas; nunca se identificó el camino para progresar hacia la hegemonía de las clases subalternas. La clase trabajadora fue utilizada sólo para acciones tácticas (en huelgas o manifestaciones de protesta o de apoyo), jamás se puso (ni nadie creyó que debiera ponerse) en dirección hacia su crecimiento cultural y moral. Nadie entre los dirigentes pareció ser consciente de lo que se jugaba en el envite; nadie vio que el camino hacia la hegemonía, sencillamente, se ignoraba por completo.

Por su parte, la izquierda educativa jugaba a poner a los niños (sus juegos y su «creatividad» -su libre albedrío-, no su necesidad de conocimientos) en el centro de la relación educativa, y a «democratizar» la enseñanza haciendo aparecer a los padres como los patronos o los capataces de los trabajadores de la enseñanza (y a los inspectores como los comisarios políticos prontos a trasladar los deseos de los «clientes» contra los derechos y las responsabilidades fundamentales de los trabajadores de la enseñanza); la libertad crítica que se había logrado frente al Estado se vino abajo cuando se introdujo la vigilancia del pensamiento y de la disidencia en los propios centros: los padres espiaban para el poder; los inspectores recibían sus denuncias a través de directores que ya no se sentían trabajadores de la enseñanza, de modo que, de hecho, funcionaban también como «comisarios políticos». Fue el momento de la LOGSE: el momento de la destrucción educativa de la clase trabajadora.

¿Por qué? ¿Qué se pretendía con eso? La educación era el camino hacia la hegemonía de la clase trabajadora. La izquierda educativa desconoció eso, porque desconoció, incluso, en qué debía consistir la hegemonía de la clase, porque no se planteaba siquiera el logro de esa hegemonía. En lugar de desarrollar un sistema educativo que fortaleciera los conocimientos y las energías morales de las clases subalternas, procedieron al desmantelamiento de lo que en el sistema educativo pudiera ser concebido para eso, y destruyeron la posibilidad de que las clases subalternas consiguieran la hegemonía a través de la educación: sin conocimientos ni capacidad crítica (sumidos en la ignorancia), fueron pasto fácil de la ideología burguesa del individualismo posesivo y de la compulsión consumista; sin carácter ni autodisciplina, se entregaron en brazos de la ideología y la ética dominantes.

Así, si no se consiguió la hegemonía de la clase obrera, a cambio, sí se consiguió profundizar (hasta lograr la más degradante sumisión a ella) la de la burguesía. En el mejor momento para el avance de las fuerzas de izquierda, éstas (PSOE, PCE, IU, sindicatos), en la práctica y en la teoría, se suicidaron (¿sin pedir nada a cambio?). La presunta izquierda educativa teorizó el método y persiguió a los disidentes que se negaron a secundar tal desaguisado. Finalmente, la mayoría absoluta, que habían obtenido en unas elecciones históricas (1982), fue dilapidada entre chulerías y corrupciones; las clases que la habían apoyado le volvieron la espalda (en un increíble proceso desmoralizador de aculturación conservadora, consumista e insolidaria), y la derecha más reaccionaria y fundamentalista fue elegida por los votos del pueblo (1996). ¿Aprenderemos algo de la lección?”

Estas reflexiones las escribí el 21 de noviembre del 2004; las rescato ahora por si pueden servirnos para algo. Lo primero que hay que hacer, para entender por qué estamos como estamos, es reflexionar sobre lo que nos ha traído hasta aquí: qué hicimos, qué estrategia regía nuestra actuación, cuál fue nuestro pensamiento entonces, y, sobre todo, qué fue lo que no hicimos y debimos hacer, y cuáles fueron las razones políticas, organizativas, intelectuales y morales que nos llevaron a esa negligencia (auto)destructiva. Ahora es la hora de que comencemos una reflexión que haga posible que nos liberemos del lastre del pasado y nuestro avance hacia una teoría educativa al servicio de los intereses hegemónicos de la clase trabajadora. Y si no es ahora, ¿cuándo?

La transición, el consenso del 78 y la presunta izquierda educativa. Razones para una derrota

Acerca de la necesidad del conocimiento profundo por parte de los trabajadores para el logro de su hegemonía

Salustiano Martín

(19 febrero 2005)

     Sólo cuando se piensa la necesidad del conocimiento por parte de los trabajadores, no desde el punto de vista del trabajo que realizan en el proceso de producción, sino desde el de las necesidades de la lucha política e ideológica (cultural, en sentido amplio), es decir, sólo cuando se piensa esa necesidad del conocimiento desde el punto de vista de las necesidades mismas de la lucha de los trabajadores por la consecución de su hegemonía en la sociedad y en el Estado, y para el gobierno por ellos mismos de esa sociedad y ese Estado, sólo entonces, se entiende perfectamente cuál es el interés de los trabajadores en el aprendizaje de todos los conocimientos, ni uno menos de los que tienen que conseguir sus dominadores y explotadores de la burguesía.

Durante una buena parte de la historia de las clases trabajadoras, sus propios teóricos han percibido esa necesidad de conocimientos como la necesidad que tiene la burguesía de los conocimientos de los trabajadores para realizar sus tareas en el proceso de la producción; así, han creído ver en la extensión de la educación la respuesta de la burguesía a esa necesidad. Pocas veces se ha pensado esa necesidad de conocimiento desde las expectativas de los propios trabajadores, y, sin embargo, es harto fundamental que así se haga: en su propio interés estratégico. Es decir, no porque cuanto más se valorice su trabajo (por medio de los conocimientos disponibles para su ejecución) más elevados serán los salarios que podrán exigir, sino porque no hay forma de dirigir la lucha por su emancipación si no controla los conocimientos que hacen posible su esclavitud, porque no hay forma de construir una sociedad nueva sin los conocimientos de la naturaleza y de la sociedad que la harían posible. Contra esa debilidad cultural (que es una debilidad que traspasa todos los niveles del conocimiento y la práctica social) se han estrellado todos los esfuerzos de los movimientos sociales y políticos de la clase trabajadora y de las revoluciones que, en su nombre pero a menudo no con sus solas fuerzas, se han llevado a cabo.

Sólo la identificación de las necesidades de conocimiento desde los intereses estratégicos de la clase trabajadora ha hecho posible visualizar la tarea que ésta tiene que acometer en el terreno de su educación. Gramsci fue el que más claramente supo identificar esas necesidades y esos intereses, y, aunque la izquierda ha olvidado sus palabras –si es que alguna vez las ha conocido de verdad-, es estrictamente obligado desarrollar la teoría y la práctica de las luchas de los trabajadores por su emancipación a partir de sus reflexiones. Dada la finalidad que la clase trabajadora debe atreverse a descubrir en su estudio y en el sistema educativo entero, así deberá ser teorizado todo el entramado del sistema educativo y de las instituciones educativas complementarias, y también el punto de vista riguroso desde el que los trabajadores, y sus hijas e hijos, deben afrontar el estudio y el aprovechamiento de ese sistema y de esas instituciones.

Toda la evolución de la lucha contra la hegemonía de la clase dominante habla del fracaso de los trabajadores en la defensa de sus intereses estratégicos: la derrota actual es amplia y profunda, y se debe a la ignorancia de lo que habría que haber hecho en el terreno de la educación y de la lucha ideológica (que es el terreno de la lucha cultural en su totalidad). Seguramente, la teoría y la práctica educativa de la izquierda, en este espacio de la lucha contrahegemónica, debe cambiar de orientación radicalmente. El misticismo de los valores, y toda la demás parafernalia piadosa que se gasta cierta pseudoizquierda claudicante, debe ser sustituida por la búsqueda esforzada, rigurosa y autodisciplinada del máximo conocimiento. Sin esa lucha por el conocimiento, la lucha por conseguir la hegemonía se producirá en el vacío de las buenas intenciones. No hay lucha ideológica rigurosa posible sin la capacidad de la clase trabajadora para lograr la reforma moral e intelectual de las clases subalternas, y no habrá nunca esa capacidad si los trabajadores no desarrollamos una reforma moral e intelectual de nuestra propia clase. Sólo el conocimiento puede conseguir eso; no la ignorancia en la que ahora está sumida en su gran mayoría.

Acerca de la necesidad del conocimiento profundo por parte de los trabajadores para el logro de su hegemonía

[Debemos hacer que la Escuela Pública sirva para el aprendizaje de conocimientos y el desarrollo de las capacidades intelectuales de toda la población]
“Tesis sobre educación”
(Aprobada en el XIX Congreso del PCE. 15-17 noviembre 2013)

El PCE, como partido comunista, defiende un Sistema Educativo basado en una educación pública, libre, democrática, coeducadora, inclusiva, garante de la equidad en la escuela, gratuita en todos los niveles, universal, laica, científica y, sobre todo, de calidad. Este modelo educativo tiene que estar puesto al servicio de la formación integral de la ciudadanía. Para el PCE, la Educación es un Derecho que debe estar garantizado por el Estado. Consideramos la educación como una inversión social, no desde una óptica mercantilista, sino desde la perspectiva de la rentabilidad social. Por eso, consideramos que uno de los objetivos prioritarios de un Sistema Educativo comunista debe ser el de lograr desarrollar al máximo las capacidades de cada individuo, en beneficio propio y del conjunto de la sociedad; dotando a cada uno de los recursos y medios materiales y humanos que sean necesarios para alcanzar dicho fin. En definitiva, se trata de formar ciudadanos críticos, analíticos, curiosos, solidarios y comprometidos socialmente. La enseñanza no debe estar orientada hacia los intereses de los empresarios, como pretende el PP.
Por eso, desde el PCE rechazamos de manera rotunda la Ley Wert, porque no podemos olvidar, en primer lugar, que lo que plantea el PP es una reforma educativa que sigue los dictados del FMI, del BM, de la OCDE, de la OMC, del BCE, de la BANCA, de los Mercados, de la CEOE y de la IGLESIA CATÓLICA. Porque todo sistema educativo, lo queramos o no, responde a unos planteamientos ideológicos. Desde el PCE aspiramos a desarrollar un modelo educativo que atienda a las necesidades de la clase trabajadora, y a sus aspiraciones de superar este sistema eliminando las injustas diferencias culturales y sociales de clase que actualmente existen; respetando en esto los principios democráticos, de justicia social, de equidad y de respeto de los derechos humanos que la reforma del PP no respeta en absoluto.
Sin embargo, el actual sistema educativo no cumple tampoco los requisitos fundamentales de lo que debe ser un sistema educativo que ponga en su centro el logro de la autonomía intelectual y el logro del conocimiento para todos los ciudadanos; logros que la clase trabajadora necesita para luchar por su hegemonía. Porque los “fallos” de la democracia, los “desajustes” autoritarios de la democracia, la manipulación de las conciencias en la democracia, la deriva abúlica que niega la participación política pública en la democracia, y todo el resto de males destructivos que afectan a nuestra democracia, sólo se curan con más democracia, con una radicalización de la democracia. Esto, sin duda, es una evidencia, pero ¿quién podría exigir más democracia? ¿quién podría desarrollar una lucha capaz de poner en el orden del día la radicalización de la democracia? ¿Cómo cambiar las cosas? ¿Cómo luchar contra un sistema económico que se alimenta de la desigualdad, del agotamiento, de la ignorancia, de los vicios y los deseos insolidarios de la mayoría de la población? ¿Quién podría cambiar el sistema capitalista, en cuya lógica está la desposesión económica y la privación cultural de la mayoría, por otro sistema en cuya lógica estuviera el bienestar económico y la riqueza cultural de todos? La respuesta es, asimismo, obvia: las ciudadanas y ciudadanos que conforman, en su existencia práctica, toda democracia, y que padecen bajo la pesada losa de las estructuras socioeconómicas, político-jurídicas e ideológicas del sistema capitalista. No hay otro sujeto histórico posible para protagonizar un cambio de sistema: la emancipación de los trabajadores sometidos a la explotación económica y a la ignorancia cultural sólo podrá ser obra de ellos mismos.
Por eso la tarea esencial que los enseñantes deberían afrontar, que debería afrontar la dirección de cualquier centro de enseñanza, que el sistema educativo debería inscribir en todas sus estructuras, tendría que ser la producción de una masa crítica de ciudadanas y ciudadanos capaces de tomar en sus manos su destino como tales: con los conocimientos sociológicos y económicos necesarios para saber en qué sociedad viven y cómo sucede su expropiación, su explotación, su manipulación, y cómo sería necesario salvarse de esa miseria; con los conocimientos históricos y filosóficos necesarios para saber cómo se ha llegado hasta aquí y cómo se podría salir de esta situación para alcanzar una sociedad mejor, de justicia social y de equidad, radicalmente democrática.
Ésta tendría que ser la idea básica de toda teoría política de la educación que se quisiera al servicio de los intereses de la clase trabajadora. A partir de esa premisa fundamental podríamos tratar de construir una alternativa al sistema educativo actual en todas sus líneas de fuerza. No se trataría, pues, de hacer simplemente que los niños fueran felices en las escuelas, sino de que (ellos y nosotros) consiguiéramos que llegaran a ser mujeres y hombres intelectualmente libres, autónomos, cultural y políticamente emancipados de la tutela vigilante del poder político y económico, capaces de desarrollar una lucha consciente para cambiar las estructuras sociales y económicas que los someten a la explotación de su fuerza vital y de su trabajo.
Para conseguir esta finalidad, necesitamos construir otras estructuras educativas, otra forma de trabajar en los institutos, otro modo de afrontar la relación educativa en las aulas; necesitamos otro modo de pensar el currículo, las necesidades cognitivas de los alumnos, la interrelación de las diversas disciplinas (científico-naturales, geográfico-histórico-sociológico-económicas, lingüístico-literario-filosóficas, …). En fin, necesitamos diseñar una alternativa escolar que ponga la enseñanza y el aprendizaje de los conocimientos en el centro de la escena educativa. En la elaboración de esa alternativa está ya trabajando el PCE.
Para que todo esto sea posible es imprescindible que haya solamente una red Educativa Pública; eliminando, por tanto, la dualidad existente en estos momentos entre una Red Pública y otra Red Privada-Concertada. Sólo así se puede garantizar el modelo educativo propuesto desde el PCE para la sociedad española. Para esto se hace necesaria la elaboración de un plan que garantice la incorporación de la Red Privada-Concertada a la Red Pública, respetando los derechos de los trabajadores de la concertada y de la pública, y garantizando en todo momento la escolarización de todo el alumnado. Para el éxito de este proceso se hace necesario contar con el apoyo de los trabajadores y de las madres y padres que llevan a sus hijos e hijas a este tipo de centros, ofreciendo mejores condiciones educativas en la pública, revertiendo los procesos actuales de trasvase de fondos desde la red pública hacia la red privada-concertada. Por eso, hacer que la Escuela Pública sirva a las necesidades de aprendizaje de conocimientos y capacidades intelectuales de toda la población es una tarea fundamental. Es estrictamente necesario que no haya nadie que abandone (o haya abandonado) la Escuela Pública para ir a estudiar a la Privada-Concertada, porque esa escuela no haya puesto en el centro de su filosofía la necesidad de crear un fructífero ambiente de trabajo intelectual para todos los alumnos, un lugar en el que sea una tarea estimulante el aprendizaje de todos los conocimientos valiosos que los seres humanos hemos atesorado a lo largo de la historia (de la naturaleza, de la sociedad, de las humanidades, de las artes).
La situación actual es el resultado, precisamente, de lo contrario. Durante los últimos veinte años las leyes de educación burguesas (la LODE, la LOGSE, la LOE) han funcionado para producir, en toda su fortaleza destructiva, una doble red educativa: por un lado, la Enseñanza Pública; por otro, la Enseñanza Privada-Concertada. Para que la enseñanza privada engordara, y actuara, así, para despojar a los trabajadores de sus posibilidades intelectuales y de conocimiento, fue necesario que la pública fuera destruida en su labor de instrucción y educación de la mayoría de la población. Se trataba de conseguir que los hijos de la burguesía siguieran dirigiendo el país en el futuro. Se trataba de que los hijos de la clase trabajadora no pudieran hacer otra cosa que obedecer mansamente, puesto que enfangados en el consumismo compulsivo, sometidos a la ignorancia insolidaria y radicalmente expropiados de su fuerza intelectual; convertidos en una gran masa de trabajadores poco cualificados ganando un sueldo de miseria. De paso, han conseguido también que la Iglesia Católica aumente cada vez más su control sobre las conciencias, puesto que es ella la que masivamente controla la enseñanza concertada.
Por eso, se hace más necesario que nunca recuperar la acción contrahegemónica de la clase trabajadora, como proponía Gramsci, y, por eso, hay que pelear por un tipo de escuela que revierta el deterioro de la Enseñanza Pública y logre la desaparición paulatina de la Privada-Concertada. Esta es una cuestión trascendental en la que la victoria de la derecha supondría una derrota demoledora para los intereses estratégicos contrahegemónicos de la clase trabajadora.
De entrada, en el actual contexto de recortes y reformas neoliberales es necesario tener en cuenta una serie de cuestiones fundamentales:
1.- Hay que priorizar la inversión pública en educación, como requisito imprescindible para salir de la actual crisis del sistema capitalista con una mejor estructura social y con un modelo de desarrollo sostenible, respetuoso con el medio ambiente y basado en la Justicia Social. Para ello habría que establecer un impuesto inmediato y especial a las rentas del capital con el que sufragar las políticas educativas que deben de alcanzar una cota de gasto del 7% del PIB.
2.- Asegurar el papel hegemónico de la Escuela Pública en un sistema educativo que tienda a la reducción paulatina de los conciertos, dejando estos en una situación de subsidiariedad y transitoriedad, como paso previo hacia su total desaparición. Dotando a este sistema educativo público de los suficientes recursos materiales y humanos. Un sistema educativo eficiente y socialmente justo debe garantizar el número suficiente de plazas en los centros públicos para atender la demanda educativa de todo el alumnado. Sólo una verdadera y eficaz educación pública puede garantizar los principios constitucionales y de los derechos humanos, y hacer que la enseñanza sea igualitaria e igualadora, coeducadora, educando en la diversidad, cooperativa, solidaria, no segregadora, inclusiva, democrática y socializadora en la equidad. Por su parte, orientada a la acción egoísta del Mercado, la educación privada sólo responde al lucro y al interés particular de sus promotores.
3.- Mejorar y garantizar la oferta pública educativa, incluida la etapa de 0 a 3 años, desde una red de centros públicos dotados de todos los recursos necesarios. Para atender las necesidades del alumnado de manera adecuada y atendiendo a la individualización de los procesos de enseñanza-aprendizaje hay que reducir el número de horas lectivas del profesor a los niveles anteriores a los recortes para Secundaria. Al mismo tiempo, habría que reducir los horarios lectivos en Educación Infantil y Primaria hasta igualarlos con los de Secundaria. Además, en el caso de la Educación Infantil, se establecería una ratio de dos profesores por aula para atender adecuadamente las necesidades formativas de esta etapa, fundamental para sentar unas buenas bases educativas en el conjunto de los alumnos. Con esta rebaja en la carga lectiva del profesorado se permite que estos dispongan de más tiempo para la elaboración, seguimiento y evaluación de las programaciones didácticas; para la preparación de los materiales necesarios para garantizar procesos de enseñanza-aprendizaje individualizados que atiendan las necesidades formativas de cada alumnos, en aras de lograr que todas y todos alcancen los conocimientos y destrezas mínimos establecidos en el currículum; más tiempo también disponible para la coordinación con el resto del Equipo Docente; más tiempo para la atención a padres y tutorías (fomentando en el caso de la atención a padres la flexibilidad horaria del profesorado para esta tarea fundamental).
Y esto hay que complementarlo con una reducción paulatina y significativa de la ratio alumno-aula hasta situarla en los niveles necesarios para garantizar la calidad del sistema educativo, aumentando los recursos financieros y humanos de los centros, con el objetivo de permitir dar a cada alumno la atención individualizada que necesite. En principio, no más de 10 alumnos en la etapa de Infantil, no más de 15 alumnos en Primaria, no más de 20 en Secundaria y no más de 25 en Bachillerato. A esto hay que sumar los recursos suficientes y necesarios para atender a la diversidad, aumentando significativamente los recursos materiales y humanos para los alumnos con necesidades educativas especiales, atendidos por especialistas. Es en ellos en los que hay que hacer los mayores esfuerzos inversores, puesto que lo que indica PISA es que es en este grupo de alumnos en los que más se notan los esfuerzos económicos y de inversión.
Aumentar la dotación de las becas de estudio, generalizar la gratuidad de los libros de texto en las etapas educativas obligatorias, generalizar la gratuidad de los comedores escolares como entornos educativos fundamentales en el desarrollo socializador de las personas, etc.
En relación con esto se hace imprescindible dignificar la función del docente y acabar con los años de criminalización hacia esta profesión que han desarrollado, antes, el PSOE para eliminar la disidencia ante la LOGSE, y, ahora, el PP con el claro interés de desprestigiar a la Escuela Pública de modo que la privada-concertada siga creciendo y engordando sus beneficios económicos e ideológicos.
La Escuela cumple un papel fundamental, sobre todo en las etapas más tempranas. Hay que tener en cuenta que el desarrollo del niño y del adolescente, entre los cero y los 16 años es la etapa crucial. Lo que en estas etapas no se haga, luego será casi imposible de desarrollar, y existe un consenso científico en considerar que las etapas Infantil y Primaria sientan las bases del desarrollo del adolescente. Será en esta última etapa, en la que se conforma la capacidad de comprensión y de pensamiento abstracto, donde estará la clave para el desarrollo como adultos. Es en estas etapas en las que se forman los individuos del futuro y, sin embargo, son las más desatendidas por nuestro sistema educativo actual, con el claro objetivo de segregar desde el origen. Por el contrario, para permitir que todos y todas tengan las mismas oportunidades, la enseñanza debe ser igual para todos en cuanto a contenidos básicos. En cuanto a metodología, esta debe de ser diversa, adaptada a las diferentes formas de aprender de los alumnos para que todos alcancen los objetivos propuestos. Para lograr esto, hay que exigir de los docentes los conocimientos necesarios de las materias que imparten, así como los conocimientos pedagógicos que les permitan poder utilizar una amplia variedad de recursos metológicos que posibiliten alcanzar los logros marcados. Al mismo tiempo hay que admitir la posibilidad del desarrollo de diferentes vías formativas a partir de edades más avanzadas, dentro de la enseñanza reglada, garantizando la migración de una vía a otra con absoluta facilidad.
Así, la diversidad de los alumnos ha de ser afrontada con vistas a su superación por arriba, en el nivel de conocimientos y en la autonomía intelectual, sin que sea necesario que se produzca segregación temprana alguna por el rendimiento. Precisamente, porque uno de los objetivos del sistema educativo ha de ser el de corregir y compensar desde la escuela las diferencias existentes entre los distintos alumnos, ya sean por razones psíquico-físicas de ellos o por motivos socioeconómicos o familiares, que ocasionan que dichos alumnos y alumnas tengan unas grandes carencias culturales e intelectuales de partida, que les pueden impedir en el futuro alcanzar los objetivos educativos marcados para todo el alumnado, sufriendo la condena desde la infancia a padecer la subalterneidad y la manipulación.
Y en este sentido es vital que sólo exista un sistema que debe ser público, universal y gratuito, con una enseñanza obligatoria hasta los 16 años. En estas etapas se debe de dar a los hijos de los trabajadores una formación lo suficientemente amplia y flexible para que en el futuro puedan abordar cuantos conocimientos y saberes necesiten o deseen para completar su formación postobligatoria o para servir a los intereses intelectuales que les puedan sobrevenir a lo largo de su vida. Por eso es vital la existencia de una Escuela Reglada con profesionales cualificados que respondan a esta necesidad social. Estos profesionales, los profesores, serán la clave del éxito del sistema educativo, y su buena formación y preparación serán determinantes para el logro de esos objetivos.
4.- Garantizar la laicidad del sistema educativo, excluyendo la religión del currículo y de las escuelas, al contrario de lo que pretende la Ley Wert. El adoctrinamiento religioso debe salir de la escuela, como en casi todos los países más avanzados de Europa. Para ello debe derogarse como paso previo el Concordato entre el Estado Español y el Estado del Vaticano de 1979, que dice en su art. 1 que “la educación que se imparta en los centros docentes públicos será respetuosa con los valores y la ética cristana”; así como todas las leyes que le confieren al a Iglesia Católica un papel que no le tendría que corresponder en un estado democrático y laico.
En ese sentido, un aspecto a tener en cuenta en el sistema educativo es el de la coeducación, como la mejor herramienta para educar a nuestras alumnas y alumnos en el respeto entre géneros. Con la coeducación se puede luchar contra la violencia de género o contra la discriminación laboral y social de la mujer, apostando por trasmitir valores de igualdad en los derechos y en las oportunidades reales de ambos géneros, respetando al mismo tiempo las diferencias. En este sentido, la escuela tendría que hacer un esfuerzo para no trasmitir papeles sexistas.
5.- Establecer Campus Inter-universitarios integradores que engloben a todo el sistema universitario público y garantizando su calidad.
Hay que apostar por una Universidad totalmente gratuita y pública, en la que todos y todas puedan estudiar en ella si así lo desean, dotándola de los recursos suficientes, tanto humanos como materiales, para alcanzar dichos fines. En este aspecto hay que luchar contra las políticas del PP que pretenden crear una Universidad elitista y segregadora. Para el PCE, al considerar la Educación como un Derecho Universal de todo ser humano, la Universidad debe ser accesible para todos.
Para mejorar la calidad de la Universidad hay que establecer que cuente lo mismo la docencia que la investigación en la contratación del profesorado universitario. En este sentido, es necesario exigirles a los profesores de Universidad no solo la adecuada formación y suficiencia investigadora, sino también la adecuada capacitación docente para impartir clase.
También hay que apostar por una Universidad Pública, que no puede ni debe estar orientada al Servicio de los Mercados, como pretenden el PP y el PSOE al apoyar la Estrategia de Universidad 2015. Hay que defender una Universidad orientada hacia la prestación de un servicio cultural y social, y no como una especia de FP más avanzada, destinada sólo y exclusivamente a satisfacer los intereses de las empresas. Las Universidades Públicas deben ser centros de estudio y de investigación punteros, en los que su único objetivo debe ser atender las necesidades del conjunto de la sociedad en cuanto a una formación superior, y no el servir al interés y el lucro de las empresas privadas.
Salvaguardar la investigación como servicio público, rechazando la apropiación privativa de los recursos públicos. La investigación también debe de estar orientada, dentro de la Universidad Pública, como un servicio prestado al conjunto de la Sociedad, y no al interés y el lucro de las empresas.
6.- Impulsar la gestión democrática de todas las instituciones educativas. Para esto hay que potenciar el papel de los claustros de profesores como órganos de dirección pedagógica y curricular de los centros, así como el papel de los Consejos Escolares como órganos colegiados de decisión en los que está representada toda la comunidad educativa en la Enseñanza no Universitaria. En la Universidad hay que expulsar de los órganos de gestión a todos los representantes del mundo empresarial, dejando en esta tarea tan sólo a la comunidad educativa universitaria. No puede ser democrática una escuela en la que no se ejerce la democracia en la elección de sus órganos de dirección. De esta forma se mejora la autonomía de los centros y sobre todo se evita el clientelismo y el servilismo político como pretende el PP al hacer de los directores meros servidores de sus intereses ideológicos.
7.- Impulsar la Formación Profesional, pero no como propone el PP dejándola en manos de las empresas privadas para que dispongan de la suficiente mano de obra barata para aumentar sus beneficios. La FP debe de servir para la formación de los trabajadores en tareas que son socialmente necesarias, pero impidiendo que la misma genere la explotación y la sumisión de la clase trabajadora. Se trata de proporcionar la adecuada formación técnica a los jóvenes y el desarrollo de su capacidad intelectual y de su espíritu crítico, con un currículo formado por asignaturas de instrucción general (para su desarrollo cultural e intelectual) y asignaturas formativas de la especialidad. Para ello es necesario crear una amplia, adecuada, bien dotada y cualificada red de Centros Públicos de Formación Profesional.
8.- Potenciar la educación reglada de adultos, que debe de contar con una suficiente y adecuada red de centros, como una pieza fundamental del sistema educativo. Hay que potenciar también las enseñanzas artísticas (artes plásticas, música, danza, etc.) y las escuelas de idiomas. Desde el PCE entendemos la Educación como un Derecho Humano que no queda restringido a los años de la enseñanza obligatoria, sino que es algo que debe abarcar toda la vida de las personas, que podrían querer volver a estudiar dentro de los ciclos reglados o iniciar algún otro tipo de estudios. Por lo tanto, un buen sistema educativo es aquel que atiende en todo momento las necesidades y deseos formativos de sus ciudadanos, de aquí la apuesta importante por este tipo de formación permanente, que está siendo objeto de un virulento ataque por parte del Partido Popular.
Por todo esto, desde el PCE nos proponemos continuar apoyando las movilizaciones contra la mercantilización del sistema educativo y el desmantelamiento de la Escuela Pública en beneficio de la Escuela privada. Desde el PCE no aceptamos este desahucio y esta desposesión hacia la clase trabajadora por parte del PP.

Una Escuela Pública que sirva para el desarrollo de los conocimientos y capacidades intelectuales de toda la población. Tesis sobre educación del PCE

[Estudia obrero, aprende, libérate de tu impotencia:
estás llamado a ser un dirigente]

Bertolt Brecht

Las muletas

Durante siete años no pude dar un paso.
Cuando fui al gran médico,
me preguntó: «¿Por qué llevas muletas?».
Y yo le dije: «Porque estoy tullido».

«No es extraño», me dijo.
«Prueba a caminar. Son esos trastos
los que te impiden andar.
¡Anda, atrévete, arrástrate a cuatro patas!».

Riendo como un monstruo,
me quitó mis hermosas muletas,
las rompió en mis espaldas y, sin dejar de reír,
las arrojó al fuego.

Ahora estoy curado. Ando.
Me curó una carcajada.
Tan sólo a veces, cuando veo palos,
camino algo peor por unas horas.
(1926)

 
Loa de la dialéctica

Con paso firme se pasea hoy la injusticia.
Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más.
La violencia garantiza: «Todo seguirá igual».
No se oye otra voz que la de los dominadores,
y en el mercado grita la explotación: «Ahora es cuando empiezo».
Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:
«Jamás se logrará lo que queremos».

Quien aún esté vivo no diga «jamás».
Lo firme no es firme.
Todo no seguirá igual.
Cuando hayan hablado los que dominan,
hablarán los dominados.
¿Quién puede atreverse a decir «jamás»?
¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.
¿De quién que se acabe? De nosotros también.
¡Que se levante aquél que está abatido!
¡Aquél que está perdido, que combata!
¿Quién podrá contener al que conoce su condición?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y el jamás se convierte en hoy mismo.
(1932)

 
Loa del estudio

¡Estudia lo elemental! Para aquéllos
cuya hora ha llegado,
no es nunca demasiado tarde.
¡Estudia lo básico! No basta, pero
estúdialo. ¡No te canses!
¡Empieza! ¡Tú tienes que saberlo todo!
Estás llamado a ser un dirigente.

¡Estudia, hombre en el asilo!
¡Estudia, hombre en la cárcel!
¡Estudia, mujer en la cocina!
¡Estudia, sexagenario!
Estás llamado a ser un dirigente.

¡Asiste a la escuela, desamparado!
¡Persigue el saber, muerto de frío!
¡Empuña el libro, hambriento! ¡Es un arma!
Estás llamado a ser un dirigente.

¡No temas preguntar, compañero!
¡No te dejes convencer!
¡Compruébalo tú mismo!
Lo que no sabes por ti,
no lo sabes.
Repasa la cuenta:
tú tienes que pagarla.
Apunta con tu dedo a cada cosa
y pregunta: «Y esto, ¿de qué?»
Estás llamado a ser un dirigente.
(1933)

 
Preguntas de un obrero que lee

Tebas, la de las Siete Puertas, ¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió? ¿Sobre quiénes
triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.

El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él sólo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo siquiera un cocinero?
Felipe de España lloró al hundirse su flota.
¿No lloró nadie más?
Federico II ganó la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la ganó, además?

Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagó sus gastos?

Tantas historias,
tantas preguntas.
(1934)

 
1940

Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender matemáticas?
¿Para qué?, quisiera contestarle. De que dos pedazos de pan son más que uno
ya te darás cuenta.

Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender francés?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Esa nación se hunde.
Señálate la boca y la tripa con la mano,
que ya te entenderán.

Mi hijo pequeño me pregunta: ¿Tengo que aprender historia?
¿Para qué?, quisiera contestarle. Aprende a esconder la cabeza en la tierra
y acaso te salves.

¡Sí, aprende matemáticas, le digo,
aprende francés, aprende historia!

 

[Versión (ligeramente cambiada en algún poema) de Jesús López Pacheco sobre la traducción directa del alemán de Vicente Romano. Los textos están en: Bertolt Brecht, Poemas y canciones, Madrid, Alianza Editorial, 1968]

Bertolt Brecht, [Estudia obrero, aprende, libérate de tu impotencia: estás llamado a ser un dirigente]

DE LAS “CRÓNICAS DE L’ORDINE NUOVO

Antonio Gramsci 

XXXVIII

[Clarté y el movimiento de cultura proletaria que hay que construir.

Por una alianza organizativo-educativa entre la clase obrera y los intelectuales]

L’Ordine Nuovo, II, 22, 11-18 diciembre 1920

Después de haber hablado, en el salón de la Casa del pueblo, a la masa obrera turinesa […] Henri Barbusse expuso, a un auditorio más restringido, el programa y los fines de la Asociación internacional Clarté.

Clarté sostiene la necesidad de la revolución, sostiene que la revolución puede ser sólo acción específica de la clase obrera, sostiene que la revolución no debe entenderse en sentido “moral” sino en un preciso sentido político, como fundación de un Estado obrero, como advenimiento al poder del proletariado revolucionario: Clarté afirma que el reformismo es sólo engaño e ilusión maléfica, y explícitamente declara que reconoce al comunismo internacional como su aliado en el campo de la acción política. Por eso Clarté es un movimiento de carácter proletario y no puede ser olvidado por quienes luchen en el campo de la acción proletaria, en el campo de la Internacional comunista.

Clarté, fundada sobre esas bases precisas, representa, según nosotros, una tentativa original para llevar a efecto, en el Occidente europeo, los mismos principios y los mismos programas que en Rusia realiza el movimiento de Cultura proletaria. El movimiento obrero occidental, también en este campo, estaba y está muy atrasado en comparación con el movimiento obrero ruso. El compañero Lunacharski, ya mucho antes de 1917, ha sostenido la necesidad de hacer surgir, junto a las tres secciones fundamentales de la Internacional obrera (la política, la sindical y la cooperativa), una cuarta sección, el movimiento de cultura proletaria, organizado nacional e internacionalmente. La Segunda Internacional no ha sido capaz de crear este movimiento; lo único que ha hecho ha sido empobrecer y atrofiar la concepción de cultura proletaria en la multiplicación estéril de las Universidades populares, de reformista memoria. El movimiento de Cultura proletaria, en el significado revolucionario que le ha dado a esta expresión en Rusia el compañero Lunacharski y en el Occidente [europeo] Henri Barbusse, tiende a la creación de una civilización nueva, de una nueva costumbre, de nuevos hábitos de vida y de pensamiento, de nuevos sentimientos: tiende a eso, promoviendo, en la clase de los trabajadores manuales e intelectuales, el espíritu de investigación en el campo filosófico y artístico, en el campo de la indagación histórica, en el campo de la creación de nuevas obras de belleza y de verdad.

Un movimiento de tal naturaleza tiene una primera fase en la que es un puro instrumento de lucha y una segunda fase en la que se inicia el trabajo positivo de creación. Clarté es la primera fase del movimiento. No puede tener hoy otra finalidad que la de organizar y educar. Por eso, en esta primera fase, Clarté debe desarrollar su obra especialmente en los estratos de la pequeña burguesía intelectual, que no tiene ningún interés económico distinto y contrario al interés económico de la clase obrera, pero se encuentra separada de la clase obrera por un muro de prejuicios, de preconceptos, de hábitos anticuados. Encontrar un punto de reunión entre la clase obrera y los intelectuales: ésta es la primera finalidad de Clarté. Crear una organización en la que se inicie una toma de contacto y un trabajo en común entre categorías de productores que tienen intereses comunes y cuyo trabajo solidario sostiene la civilización. Los comunistas, en nuestra opinión, no pueden por eso permanecer ajenos a ese movimiento, como no pueden permanecer ajenos al movimiento sindical y al cooperativo. Si Clarté se mantiene en los límites del programa trazado por Barbusse, Clarté es también cosa nuestra: sin duda Barbusse cuenta especialmente con nuestra contribución, con nuestra energía, con nuestra actividad para asegurar a la asociación su carácter revolucionario, para impedir que decaiga al nivel de un saloncito para gente ociosa o de una farmacia de provincia.

[Recogido en L’Ordine Nuovo 1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 493-494; La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia, ed. de Giovanni Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 125-127; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987] [Traducido por Salustiano Martín]

Antonio Gramsci, [Clarté y el movimiento de cultura proletaria que hay que construir. Por una alianza organizativo-educativa entre la clase obrera y los intelectuales]

DE LAS “CRÓNICAS DE L’ORDINE NUOVO

 Antonio Gramsci

XXII

[La capacidad de comprensión de los trabajadores

y el trato intelectual serio que hay que darles]

 

L’Ordine Nuovo, I, 33, 10 enero 1920

L’Humanité, órgano oficial del Partido socialista francés, en su número del 27 de diciembre pasado, cita en sus puntos esenciales la propuesta para la constitución de los Consejos de fábrica votada en el Congreso cameral de Turín por 38.000 obreros organizados, y la comenta de modo muy favorable. En esa propuesta, y en el hecho de que en toda Italia ya se haya planteado la cuestión de los Consejos y se espere una solución por parte de las masas, L’Humanité ve un signo de la madurez política del proletariado italiano que, mientras la institución parlamentaria se va progresivamente descomponiendo, inicia los primeros experimentos para la creación de los órganos gracias a los cuales los trabajadores podrán asumir la dirección de la sociedad que la gestión burguesa ha llevado a la ruina, discute la extensión de sus atribuciones, y trata de determinar con exactitud su tarea y las relaciones con los organismos existentes.

Informando al público francés sobre el movimiento italiano, L’Humanité también tiene para nosotros cordiales palabras de elogio. Nuestra revista y el tono elevado de la discusiones que en ella se producen son puestos como ejemplo del alto grado de desarrollo intelectual, de la buena educación política y social de los trabajadores que la leen y la sostienen. Es cierto que nosotros no rehuimos entrar, como dice el escrito de L’Humanité, en cuestiones de carácter teórico, no rehuimos reclamar a nuestros lectores un esfuerzo sostenido y prolongado de atención, y eso lo hacemos con plena convicción de actuar honradamente y como buenos socialistas, dado que no, verdaderamente, como periodistas prudentes y solícitos de popularidad y de difusión.

Sí, es verdad, hemos publicado artículos “largos”, estudios “difíciles”, y continuaremos haciéndolo, cada vez que eso sea exigido por la importancia y la gravedad de los asuntos; esto está en la línea de nuestro programa: no queremos esconder ninguna dificultad, creemos conveniente que la clase trabajadora adquiera, desde ahora, conciencia de la extensión y de la seriedad de las tareas que le incumbirán el día de mañana, creemos honrado tratar a los trabajadores como hombres con los que se habla abierta, crudamente, de las cosas que le conciernen. Desgraciadamente, los obreros y los campesinos han sido considerados, durante mucho tiempo, como niños que tienen necesidad de ser guiados por todas partes: en la fábrica y en el campo, por el puño de hierro del patrón que le humilla la cerviz; en la vida política, por la palabra pomposa y meliflua de los demagogos que los fascinan. En el campo de la cultura, además, obreros y campesinos han sido y son considerados aún, por muchos, como una masa de negros que se puede fácilmente contentar con pacotilla, con perlas falsas y con los vidrios del fondo de los vasos, reservando para los elegidos los diamantes y las otras mercancías de valor. No hay nada más inhumano y antisocialista que esta concepción. Si hay en el mundo algo que tenga un valor por sí, todos son dignos y capaces de gozar de él. No hay ni dos verdades, ni dos diversos modos de discutir. No hay ningún motivo por el cual un trabajador deba ser incapaz de llegar a deleitarse con un canto de Leopardi más que con una guitarrota, supongamos, de Felice Cavalotti o de algún otro poeta “popular”; con una sinfonía de Beethoven más que con una canción de Piedigrotta. Y no hay ningún motivo por el cual, dirigiéndose a obreros y campesinos, tratando los problemas que les conciernen tan de cerca, como los de la organización de su comunidad, se deba usar un tono menor, distinto de aquel que a tales problemas les conviene. ¿Queréis que quien ha sido hasta ayer un esclavo se convierta en un hombre? Comenzad a tratarlo, siempre, como un hombre, y ya se habrá dado el paso más grande hacia adelante.

 

[Recogido en L’Ordine Nuovo 1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 469-470; La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia, ed. de Giovanni Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 123-124; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987] [Traducido por Salustiano Martín]

 

Antonio Gramsci, [La capacidad de comprensión de los trabajadores y el trato intelectual serio que hay que darles]

DE LAS “CRÓNICAS DE L’ORDINE NUOVO

 Antonio Gramsci

XXI

[La escuela de cultura y propaganda.

Estudiar seriamente: conocimiento es sinónimo de fuerza]

L’Ordine Nuovo, I, 31, 27 diciembre 1919

La [revista] Avanguardia ha reproducido el programa de nuestra escuela de cultura y propaganda, dándole una publicidad nacional. En fin, incluso antes nos habían llegado cartas de compañeros, especialmente de jóvenes y de obreros, quienes desde ciudades y pueblos alejados de Turín se dirigían a nosotros para pedir informaciones y explicaciones sobre nuestros propósitos y sobre el modo como teníamos pensado trabajar para llevarlos a efecto. Jóvenes y obreros: las dos fuerzas con las que puede contar completamente el movimiento revolucionario, las reservas del socialismo, las tropas de las que están a punto de surgir los núcleos de gente enérgica, fuerte, dueña de sí misma, capaz de concretar la propia voluntad en una norma directriz de todo el conjunto social, capaz de dominar el mundo. No carece de significado que sea a nuestros jóvenes y a los obreros a quienes hoy anima mayor y mejor voluntad de saber. Conocimiento es, en el momento actual, sinónimo de fuerza.

Sobre todo, quienes viven lejos de Turín nos invitan a hallar el modo para hacerles posible seguir el curso de nuestra escuela, publicando por entregas los resúmenes de las lecciones y los informes de las discusiones, y difundiéndolos fuera de Turín. Así, un joven compañero de Ferrara nos escribe que “experimenta un vivísimo dolor por no poder asistir a las lecciones” y nos pide que le enviemos “copia de todos los textos que la escuela crea oportuno distribuir a los alumnos, con la lista de los libros indicados para profundizar el estudio de las cuestiones examinadas, etc.”. Y otros muchos compañeros nos hacen la misma petición. Nosotros sentimos la obligación moral de satisfacerlos, y lo haremos del modo más simple, sirviéndonos de nuestro periódico.

Desde el principio, nuestra intención ha sido que quedasen trazas del trabajo cumplido en la escuela y ese propósito se ha reforzado en nosotros después de haber visto que los primeros resultados superaban de lejos nuestras expectativas. La mayor parte de los alumnos, al poner por escrito el resumen de las lecciones, ha demostrado que quería trabajar seriamente. Los escritos han sido leídos y discutidos, y no pocos entre ellos son notables por la precisión de pensamiento y de expresión. Lo mismo hay que decir de las exposiciones orales de las cuestiones singulares, de los esquemas de conferencias de progaganda, y de lo demás. Todo este material lo hemos ido recogiendo y conservando con cuidado, y lo iremos publicando junto con los resúmenes esquemáticos de los conceptos expuestos en las lecciones teóricas. Para todas las lecciones daremos, así, un informe completo de todo el trabajo hecho en común. Para los alumnos, será una guía para su estudio y la mejor señal para revisar y abrazar sintéticamente el camino recorrido; para los que viven lejos, será una prueba, un signo de cuanto se ha podido hacer aquí, un estímulo a la emulación.

[Recogido en L’Ordine Nuovo 1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 467-468; La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia, ed. de Giovanni Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 121-122; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987] [Traducido por Salustiano Martín]

Antonio Gramsci, [La escuela de cultura y propaganda. Estudiar seriamente: conocimiento es sinónimo de fuerza]

DE LAS «CRONICAS DE L’ORDINE NUOVO«

Antonio Gramsci

XX

[La escuela de cultura y propaganda.

Los obreros quieren adquirir conocimiento]

L’Ordine Nuovo, I, 30, 20 diciembre 1919

El primer curso de la escuela de cultura y propaganda socialista ha dado comienzo la semana pasada, con la primera lección de teoría y el primer ejercicio práctico, y de un modo que no ha dejado de llenarnos de satisfacción. Desde el principio nos considerábamos autorizados a alimentar las mejores esperanzas de éxito. ¿Por qué negar que algunos de nosotros dudábamos? Dudábamos de si, encontrándonos apenas una o dos veces por semana, cansados todos del propio trabajo, nos fuese imposible encontrar en todos la frescura sin la cual las mentes no pueden comunicar, los ánimos no pueden continuar, y la escuela no puede concluirse, como serie de actos educaticos vividos y sentidos en común. Quizás nos volvía escépticos la experiencia de las escuelas burguesas, la tediosa experiencia de alumnos, la experiencia dura de enseñantes: el ambiente frío, opaco a cualquier luz, resistente a todo esfuerzo de unificación ideal, aquellos jóvenes unidos en las aulas no por el deseo de mejorarse y de comprender, sino por la finalidad, quiza no declarada pero clara y única en todos, de adelantarse, de conquistarse un “título”, de situar la propia vanidad y la propia indolencia, de engañarse hoy a sí mismos y a los otros mañana.

Y hemos visto en torno a nosotros, agolpados, apretados unos contra otros en los bancos incómodos y en el espacio angosto, estos alumnos insólitos, en su mayor parte no jóvenes ya, fuera por tanto de la edad en que el aprender es algo simple y natural, todos además fatigados por una jornada de fábrica o de oficina, seguir con la atención más intensa el desarrollo de la lección, esforzarse para escribirlo en el papel, hacer sentir, de un modo concreto, que entre quien habla y quien escucha se ha establecido una coriente vivaz de inteligencia y de simpatía. Eso no sería posible si en estos obreros el deseo de aprender no surgiese de una concepción del mundo que la vida misma les ha enseñado y que ellos sienten la necesidad de aclarar, para poseerla completamente, para poder ponerla en práctica plenamente. Es una unidad que preexiste y que la enseñanza quiere consolidar, es una unidad viviente que en las escuelas burguesas se intenta crear en vano.

Nuestra escuela está viva porque vosotros, obreros, lleváis a ella la mejor parte de vosotros, la que la fatiga de la fábrica no puede quebrantar: la voluntad de haceros mejores. Toda la superioridad de vuestra clase en este turbio y tempestuoso momento, nosotros la vemos expresada en este deseo que anima una parte cada vez más grande de vosotros, deseo de adquirir conocimiento, de llegar a ser capaces, dueños de vuestro pensamiento y de vuestra acción, artífices directos de la historia de vuestra clase.

Nuestra escuela continuará, y producirá los frutos que le sea posible: está abierta a todos los sucesos, un suceso cualquiera nos podrá alejar y dispersar mañana a todos los que hoy nos reunimos en torno a ella y le comunicamos y tomamos de ella un poco del calor, de la fe que nos es necesaria para vivir y para luchar; las cuentas las echaremos después, pero por ahora escribimos esto, mientras estamos activos, escribimos esta impresión de fe que nos llega de las primeras lecciones, del primer contacto. Con el espíritu de estas primeras lecciones queremos continuar hacia adelante.

[Recogido en L’Ordine Nuovo 1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 466-467; La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia, ed. de Giovanni Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 120-121; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987] [Traducido por Salustiano Martín]

Antonio Gramsci, [La escuela de cultura y propaganda. Los obreros quieren adquirir conocimiento]

DE LAS «CRÓNICAS DE L’ORDINE NUOVO«

Antonio Gramsci

IX

[Cultura, educación, escuela: la tarea comunista]

 

[L’Ordine Nuovo, I, 15, 23 agosto 1919]

Damos comienzo en este número [de nuestra revista] a la publicación de un breve estudio del compañero Aldo Oberdorfer, de Trieste, sobre Leonardo da Vinci, escrito con ocasión de su cuarto centenario, que cae en este año. Estamos seguros de que nuestros lectores y amigos no se sorprenderán de este hecho, que no representa una revocación de nuestro programa, sino la realización de una parte de él, que estaba desde el principio muy clara en nuestras intenciones.

Hemos aludido ya en otras ocasiones al modo como creemos que debería hacerse un periódico o, mejor, una revista comunista de cultura. Ésta debe tender a convertirse, aunque pequeña, en una obra completa, e incluso si no puede alcanzar a satisfacer todas las necesidades intelectuales del núcleo de hombres que no sólo la leen sino que la sostienen con su consenso, y viven en torno a ella y le comunican un poco de su vida, esa revista debe tratar de hacer, sí, que en sus páginas todos encuentren lo que les interesa y les apasiona, y lo que los alivia del peso cotidiano del trabajo, de la lucha económica, del debate político. La revista debería incitar, al menos, a un desarrollo completo de las propias facultades mentales, a una vida más alta y plena, más rica de razones ideales y de armonía; debería dar el estímulo para un enriquecimiento de la propia personalidad. ¿Por qué no podríamos comenzar nosotros, con nuestras modestas fuerzas, en medio del grupo de jóvenes que nos siguen con fe y con esperanza, la obra que será la de la escuela, de nuestra escuela de mañana?

Porque la escuela socialista, cuando surja, surgirá necesariamente como una escuela completa, tenderá a abrazar, inmediatamente, todos los ramos del saber humano. Será una necesidad práctica y será una exigencia ideal. ¿No es ya el momento de los obreros, a quienes la lucha de clase ha dado un sentido nuevo de dignidad y de libertad, que, cuando leen los cantos de los poetas u oyen pronunciar los nombres de los artistas y de los pensadores, se preguntan con pesadumbre: “Por qué la escuela no nos ha enseñado estas cosas también a nosotros”? Pero consuélense éstos: la escuela, como se la ha hecho funcionar en los últimos diez años, como se la hace funcionar en este momento por la clase que nos dirige, no enseña ya nada a nadie, o bien poco. La tarea educativa tiende ahora a realizarse por otras vías, libremente, a través de asociaciones espontáneas de hombres animados por el deseo común de mejorarse a sí mismos. ¿Por qué un periódico no podría convertirse en el centro de uno de esos grupos? También en este terreno, el Estado de los burgueses está a punto de fracasar. La antorcha de la ciencia ha caído de sus manos, agotadas en el solo esfuerzo de acumular riquezas para beneficio privado, como ha caído de ellas la lámpara sagrada de la vida. Nuestra es la obligación de recogerla, de hacerla brillar con una luz nueva.

Hay, en realidad, en el cúmulo de nociones transmitidas por un milenario trabajo de pensamiento, elementos que tienen un valor eterno, que no pueden, que no deben perecer. Uno de los más graves signos de la degradación a la que nos ha conducido el régimen burgués consiste en el hecho de que se pierde la conciencia de estos valores; todo se convierte en objeto de comercio y en instrumento de guerra.

El proletariado, una vez conquistado el poder social, deberá ponerse manos a la obra para reconquistar, para restituir en su integridad, para sí y para la humanidad, el devastado reino del espíritu. Esto estan haciendo hoy, guiados por Máximo Gorki, los obreros de Rusia, esto se debe comenzar a hacer por todas partes donde el proletariado está cerca de haber alcanzado la madurez que es necesaria para la transformación social. Lo que ha venido a menos en lo alto debe resurgir más fuerte desde abajo.

[Recogido en L’Ordine Nuovo 1919-1920, Turín, Giulio Einaudi, 1972, 451-453; La formazione dell’uomo. Scritti di pedagogia, ed. de Giovanni Urbani, Roma, Riuniti, 1967, 118-120; y L’Ordine Nuovo (1919-1920), ed. de Valentino Gerratana y Antonio A. Santucci, Turín, Giulio Einaudi, 1987] [Traducido por Salustiano Martín]

Antonio Gramsci, [Cultura, educación, escuela: la tarea comunista]